Las agobiantes temperaturas de los últimos días recuerdan las fantasías infernales de algunos escritores de ciencia ficción. Como en el cuento “Verano en Ícaro”, de Arthur Clarke, las rocas calcinadas parecen a punto de explotar mientras uno se protege en la escasa sombra. Así se disfraza el sofocante Tucumán, con los 39,9 grados de ayer y las temperaturas similares que se esperan para los próximos días de infierno, a causa de un anticiclón que vino a sacudirnos el estío. Altas temperaturas, consumo de energía rayano en el apagón y en el dolor del tarifazo, falta de agua en toda la zona norte de la capital y en la franja que va de Yerba Buena a Tafí Viejo. Mientras todos esperan alguna tormenta salvadora. Pero las lluvias de verano en Tucumán parecen la inspiración de otro cuento, en este caso de Ray Bradbury: salvajes, arrasadoras, como las de “Todo el verano en un día”. Y traen otros riesgos.
No todo está perdido. Marcelo Caponio, titular de la Sociedad Aguas del Tucumán, dice que por lo menos llovió al norte, con lo cual algo se cargaron los ríos y El Cadillal, aunque la sequía es furibunda. “La cota del dique está en 597 –habíamos estado en 589- y estamos proveyendo agua, y también Vipos. Recordemos que el acueducto fue reparado (parchado)”. “Ya dejó de salir turbia el agua”, dice. Pero hay inconvenientes y en muchas partes no hay agua. “El problema está en los pozos. Están andando mal y no llueve y además muchas bombas están mal”. Y agrega: “cuando vimos que se venían 10 días de calor extremo hemos pedido a la gente cuidar el agua y no nos dan bolilla”.
Compartimientos estancos
Caponio no es ingeniero hidráulico, sino abogado. Reconoce que está aprendiendo y dice que desde que asumió en noviembre está como bombero, solucionando incendios. ¿Qué ha encontrado? Caos, desorganización, un sistema –la SAT y todas las áreas dedicadas al agua en Tucumán- que trabaja con compartimientos estancos. Ya hace mucho el ingeniero Franklin Adler, experto en agua, dice que la Provincia debería tener una autoridad única que abarque todos los frentes: disposición de agua potable para consumo, agua para riego y para industrias, canales (la mayor parte están rotos y se pierde el líquido), represas, acueductos, pozos, bombas.
En el Gran Tucumán la zona crítica es el noroeste (en el sediento barrio El Bosque están haciendo un pozo que estaría listo en unos 10 días) y la franja de Yerba Buena, Cebil Redondo, Villa Carmela, donde están proliferando desde hace años los emprendimientos inmobiliarios que –vía autorización de la SAT- hacen nuevos pozos sobre un acuífero “estresado”, como lo calificó en su momento el ex titular del Enohsa, Gerónimo Vargas Aignasse. Algunos emprendimientos ni siquiera proveen agua, dice Caponio, como un loteo en Las Higueritas que entregó los terrenos , en el cual los vecinos hicieron su propia red y se conectaron a la red más cercana. Según él, el acúifero no está “estresado”, sino que “uno de los grandes problemas es la irregularidad de los loteos en la provincia. Los desarrolladores dividen los lotes y no les dan los servicios. La mayoría es en San José, Tafí Viejo y San Pablo, donde se han hecho los barrios nuevos”.
Según decía hace dos años Vargas Aignasse, el drama del acuífero se iba a solucionar cuando se hiciera el nuevo acueducto de Vipos, obra que llegó hasta el nivel de licitación, con la plata del Banco Interamericano de Desarrollo ya anunciada. Se iba a comenzar este año, iba a insumir dos años de trabajo y se pretendía que dé agua a 240.000 personas. Pero está todo parado. Caponio dice que a nivel nacional aún no se ha designado a los funcionarios del área, pero afirma que tiene confianza: “estamos seguros de que se va a hacer”.
El problema es que las obras públicas están en impasse según el nuevo Gobierno. Lo cual quiere decir que seguirá habiendo sequía en la provisión de agua por un tiempo a determinar.
Pronóstico reservado
Otro costado del asunto es el malogrado dique El Cadillal. Con pérdidas en la presa 3, se encargó la tarea de reparaciones a una empresa que usó todo el dinero el año pasado y terminó sin resolver las filtraciones. Eso implicaría una nueva obra y no se sabe quién pondrá plata para hacerlo. La Nación, no; y la Provincia todavía tiene que negociar para ver si le devuelven el dinero que puso el año pasado. ¿Qué va a pasar con El Cadillal? Seguro que, aunque llueva, no se permitirá que almacene agua más allá de la cota 604 y por lo tanto ya el campo puede ir sabiendo que este invierno será tan seco como el tremendo 2023. Todo incierto.
Hubo, por cierto, pronósticos agoreros que no se cumplieron. Ni el dique se rompió cuando se supo de las filtraciones hace un año, y tampoco vinieron las lluvias salvajes que iba a traer a partir de septiembre el fenómeno “El Niño”, pronóstico que tuvo en vilo a los habitantes de La Madrid, que todavía tienen pesadillas con la feroz inundación de 2017. Y que esperan todavía que se hagan los arreglos debatidos y prometidos en estos siete años.
El agua es demasiado importante para Tucumán como para tratarla ligeramente. Como dice Adler, no sobra y encima en muchos casos se desperdicia. Tal vez haga falta una autoridad única o que aparezca, como en la novela “El llovedor”, de Marcelo Rubio, un mago que conozca “el secreto de las lluvias”. Mientras tanto, entre el infierno sin agua y la tormenta salvaje, hay que pasar el verano.